El otro día encontré esta cita, y me recordó un momento que viví con un grupo de personas no hace mucho:
"Los copos de nieve son una de las cosas más frágiles de la naturaleza, pero mira lo que pueden hacer cuando se pegan"
Mi amiga y yo estábamos haciendo senderismo por Lion's Head, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Al llegar a la cima, contemplamos Ciudad del Cabo y los ojos de mi amiga se posaron en la Montaña de la Mesa, y sugirió que planeáramos una excursión a la Montaña de la Mesa y pasáramos la noche en la cima. Sin dudarlo, acepté, ya que me parecía una gran idea, algo que nunca había hecho antes.
Al día siguiente se empezaron a hacer preparativos, se sugirieron fechas y se pidió a mucha gente que se uniera. No comprendía la cantidad de planificación que todo esto suponía. Se elaboraron listas que se actualizaron varias veces. Una lista de lo que había que llevar, una lista de lo que no había que llevar, una lista de los víveres que había que comprar, una lista de las tareas asignadas a cada excursionista. A cada uno se le asignaron artículos específicos para llevar en sus mochilas y repartir la carga.
Por fin llegó el día, y todos estábamos listos para llegar a la cima. El grupo estaba formado por ocho personas con distintas experiencias de senderismo y distintos niveles de forma física. Algunos eran amigos y otros eran desconocidos que acababa de conocer. Nos presentamos brevemente y nuestro guía nos informó de la intensidad y la duración de la ruta.
Empezamos charlando y animados, pero a medida que aumentaba la pendiente empezamos a notar el peso de las mochilas. Pronto nos tomamos descansos más frecuentes y compartimos tentempiés mientras caminábamos por la senda de montaña, ayudándonos unos a otros.
Seis horas después, con la espalda dolorida y los pies cansados, llegamos al lugar donde íbamos a pasar la noche, una vieja cabaña en lo alto de la montaña sin electricidad ni agua corriente. Desempacamos nuestras mochilas y comenzamos con las tareas asignadas para la cena. Cada uno sabía lo que tenía que hacer y lo que se esperaba de él.
Se encendió el fuego, se puso la mesa, se preparó la comida y todos nos reunimos y disfrutamos de una comida caliente. Con la barriga llena y el cansancio empezando a apoderarse de nosotros, todos extendimos nuestros sacos de dormir bajo las estrellas y compartimos historias.
Mirando a las estrellas, me di cuenta en ese momento de que cada persona del grupo de excursionistas había contribuido a esta experiencia. Fue un trabajo de equipo, y sin la contribución de cada uno, por grande o pequeña que fuera, no habríamos vivido este momento memorable.
Cuando me uní al equipo de Mitratech hace unos meses, como novata que soy, se me pasaron por la cabeza todos los pensamientos típicos. ¿Cómo es la dinámica del equipo? ¿Cuál es la cultura de Mitratech? ¿Encajaré? ¿Cómo se construyen relaciones cuando estás en la Ciudad Madre, comiendo biltong y bebiendo tu segunda taza de té rooibos cuando algunos de los miembros de tu equipo están tan lejos que ni siquiera han pulsado el botón de despertador?
Pronto me di cuenta de que el equipo con el que interactúo a diario es un grupo de personas apasionadas por lo que hacen e implicadas en Mitratech y en los clientes con los que interactuamos. Un grupo de personas a las que no sólo les encanta crear flujos de trabajo, sino que tienen los mismos objetivos y la misma visión para Mitratech.
Esta dinámica de equipo me recordó la excursión a la Montaña de la Mesa y lo mucho que se puede conseguir cuando un grupo de personas se une como equipo y sabe lo que se requiere de cada miembro y conoce la importancia de su papel en el gran esquema de las cosas.
Aunque somos un equipo global, con sede en diversas partes del mundo, y algunos de nosotros podemos despertarnos en patios cubiertos de nieve, mientras que otros pueden estar caminando por la playa bajo el sol del verano, y otros pueden estar mirando el cielo nocturno en ese mismo momento, no importa en qué parte del mundo estemos, nos unimos como un equipo: el Equipo Mitratech.
